ORIENTACIÓN VOCACIONAL BASADA EN PROPÓSTIOS PERSONALES - PSICÓLOGO EN MANIZALES
La historia de la Orientación, sintéticamente, puede dividirse en dos etapas: la Informal o Precientífica, que abarca desde los
orígenes de la humanidad hasta fines del siglo XIX; y la Formal o Científica, que comienza en el siglo XX y llega hasta la
actualidad (Gavilán, 2017). En la primera etapa (Precientífica) la práctica orientadora, en relación a un ser humano en busca de
consejo y guía, fue impartida por diferentes actores sociales: ancianos, hechiceros, la familia, el Estado. El destino de las
personas era determinado fuertemente desde la clase social a la que pertenecían y los talentos naturales que detentaban. La
segunda etapa, abarca desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, cuando educadores, filósofos y médicos destacados van a
generar una mirada novedosa sobre lo que conocemos como Orientación Profesional. Pero es a partir de finales del siglo XIX y
principios del XX, en medio de la Segunda Revolución Industrial (1870-1914), que la Orientación se irá constituyendo en una
práctica Científica basada, inicialmente, en los aportes de la medicina y la Psicología Experimental de la época (Gavilán, 2017).
La obra de Frank Parsons, Choosing a vocation (1909), se ha tomado por muchos autores como el hito inaugural de la etapa
Formal o Científica, junto al Primer Congreso Norteamericano de Orientación en Boston (1908) y la realización del primer curso
de Orientación Profesional a cargo de un seguidor de Parsons, M. Hull en 1928 (Rascovan, 2016). El objetivo de esta nueva
práctica, en medio de las sociedades capitalistas de principios del 1900, era de corte adaptativa, a fin de encontrar el trabajador
indicado para cada puesto de trabajo, con el objetivo primordial de mejorar la productividad industrial. Esta forma de pensar la
Orientación se asemejaba más a un proceso de selección de personal, que a un acompañamiento para la construcción de un
proyecto de vida, por parte de quien consultaba. El paradigma del siglo XX fue el del trabajo asalariado y sostenido en el
tiempo; y la práctica orientadora se constituyó, principalmente hasta los ´50, como un micro-instrumento al servicio del Estado
Industrial (Arthur, Inkson y Pringle, 1999, p. 163).
Entre 1915 y 1950 la psicología diferencial va a ganar un lugar importante en la práctica orientadora y de su mano vendrán los
test psicométricos para adecuar las personas a las ocupaciones. Y así, lo que en un principio se encontraba al servicio de la
ayuda y la reforma social, ahora quedaba sujeto al ajuste y la selección (Gavilán, 2017).
La proliferación de ocupaciones y diversificación de los trabajos asalariados han sido sin duda una de las consecuencias más
características de la industrialización de principios del siglo XX. En el Siglo XXI, los procesos de globalización implementada en
numerosas partes del mundo y los rápidos progresos de las tecnologías de la información, parecen en efecto inducir un nuevo
contrato social en el cual los trabajadores deben convertirse en aprendices durante toda su vida, sabiendo utilizar tecnologías
sofisticadas, respondiendo al desafío de las expectativas en términos de flexibilidad, sabiendo mantener su empleabilidad y
creando sus propias oportunidades. En esta nueva perspectiva, la trayectoria profesional se concibe más dependiente del
individuo que de la organización. (Duarte, 2004).
Una de las consecuencias mayores de las interconexiones entre los diferentes dominios de la vida, es que no podemos más
hablar con seguridad de “desarrollo de carrera” ni de “orientación vocacional”. Es necesario más bien considerar las
“trayectorias de vida” en el curso de las cuales los individuos diseñan y construyen progresivamente su propia vida, incluyendo
su trayectoria profesional Ya no son solamente los adolescentes quienes son confrontados a la cuestión mayor: ¿Qué voy a
hacer de mi vida? En la actualidad esto se plantea a toda persona que deba hacer frente a una serie de transiciones mayores
en su existencia, ocasionadas por estos cambios en materia de salud, empleo o relaciones íntimas (Savickas, 2009).
En este marco, las y los profesionales de la orientación perciben que los enfoques y estrategias utilizadas hasta el momento,
no alcanzan para dar respuesta a un contexto tan cambiante en lo educacional y lo laboral. Por un lado se suman año a año
nuevas carreras y capacitaciones, ampliándose exponencialmente la oferta académica, y por otro, las personas ya insertas en
el mercado laboral se mueven de empleo en empleo en períodos cada vez más breves, con la exigencia de reinventarse
permanentemente. Esto último conlleva a consultas de reorientación de carrera y/o trabajo cada vez más frecuentes. Nos
encontramos frente a un mercado laboral que exige inteligencia emocional, creatividad, flexibilidad, innovación, aprendizaje y
formación constante, con lo cual, la sola idea de decidirse por una profesión u oficio evidentemente no alcanza.
Estos problemas remiten en general a dificultades en la toma de decisiones. Los
planteos más frecuentes se relacionan con las dudas de continuar o iniciar estudios, cierta ambivalencia en optar por distintas
alternativas, inseguridad respecto a superar obstáculos que dificulten llegar a la meta elegida o bien ausencia de proyecto de
vida.
En un proceso de Orientación Vocacional, se trabaja en una estrategia planificada como “proceso de asesoramiento” (Casullo,
1994). Un proceso implica una continuidad, un desarrollo progresivo con una dirección, un sentido y puede ser más o menos
estructurado. La secuencia puede ser preestablecida o no, dependiendo de las condiciones en las cuales se desarrolla.
La Orientación al Talento Personal (OTP) es una nueva concepción y una innovadora modalidad de acompañamiento personal
ocupacional. A su vez, al interior del proceso, la OTP trasciende el objetivo de facilitar en los consultantes el esclarecimiento
acerca de un quehacer laboral ocupacional, para dar lugar a un abordaje educativo y profundo en relación a la construcción de
un para qué hacer, un propósito vital actual que, finalmente, conduzca a la persona a un rol y una actividad específica
(Quadrizzi Leccese, Settembrino, 2018).
En general, la o el adolescente, al finalizar la educación media se enfrenta socialmente a dos preguntas: ¿Qué vas a hacer?
¿Qué vas a estudiar? Nosotros vamos a incorporar un nuevo interrogante que consideramos previo y que da sentido a los otros
dos: ¿Cuál es tu propósito, hoy? Aprender a construir dicho propósito y dirigirse a acciones comprometidas que lo
vehiculicen, como la capacitación profesional o en oficios, es el punto nodal de esta práctica basada en ACT que apunta, a
partir de una mayor flexibilidad psicológica, a la construcción de propósitos vitales y proyectos personales. En este sentido,
decimos que la OTP no parte de la necesidad de inserción laboral en las personas, aunque obviamente la incluye, sino de la
necesidad de dar sentido a la existencia y el impulso de desplegar la singularidad, en todo ser humano.
La importancia de que adolescentes, jóvenes y adultos aprendan e incorporen una simple metodología para construir
propósitos tiene, al menos, dos claros beneficios. El primero radica en la función de eslabón o ligazón que cobra el propósito
vital, dentro de un proceso personal ocupacional, al sintetizar y dar sentido a la información personal (autoconocimiento) en
relación a la información educacional y laboral; los dos ejes elementales donde, históricamente, se han apoyado los diversos
procesos de Orientación Vocacional Ocupacional, más allá de sus enfoques y marcos teóricos. Y, en segundo lugar, este
aprendizaje se convierte en una herramienta para la vida, pudiendo la persona autogestionar su aplicación en diferentes
momentos y crisis vitales.
Como ya se ha dicho, este protocolo se encuentra basado en el cuerpo teórico-práctico de la Terapia de Aceptación y
Compromiso (ACT), modelo que se inscribe dentro de los denominados abordajes de tercera generación en psicoterapia
conductual y cognitiva (Hayes, 2004). Al interior de este enfoque comulgan, de forma original y efectiva, principios humanistas con procedimientos de cambio conductual, por lo cual, su amplia mirada hacia lo humano lo convierten en un modelo, basado
en evidencias, altamente compatible con diferentes visiones en psicoterapia.
Si nos referimos al aspecto operativo de la OTP, este se presenta como un breve protocolo de 6 encuentros
(extensible en función a la necesidad de las y los consultantes) en los que se incluyen técnicas de mindfulness, dinámicas
propias de ACT, prácticas gestálticas, lúdicas, narrativas y multimediales. Actividades que son administradas con el objetivo
fundamental de esclarecer y dar relevancia a la instancia valorativo-intencional de las personas.
Dicho protocolo puede ser implementado de forma individual o grupal, tanto desde el trabajo clínico en consultorios privados,
como en espacios sociocomunitarios, educativos o de salud.
Respecto a las dinámicas implementadas en los talleres, éstas se encuentran diseñadas en función a los seis procesos en los
que se basa ACT: aceptación, defusión, momento presente, yo contexto, dirección guiada por valores y acciones
comprometidas. Es por ello, que la OTP puede definirse como un dispositivo de acompañamiento personal ocupacional basado
en procesos. En el transcurso de los encuentros también se abordan conceptos clave para una mejor gestión de la experiencia
de elegir, dirigidos a expandir el marco de referencia de la o el adolescente o joven: asertividad, metas y fines, libertad
personal, elecciones y decisiones, flow (fluir), valores personales, entre otros; construyendo, al mismo tiempo, un espacio de
reflexión, escucha plena y aceptación incondicional entre participantes y facilitadores. Cabe señalar, que la información acerca
de profesiones y oficios, con la correspondiente oferta académica, también es parte del desarrollo de este proceso.
El reconocido filósofo, ensayista y pedagogo español, José Antonio Marina, comenzó a hablar audazmente de la
Ultramodernidad, a principios de este milenio, como el advenimiento de una nueva era a partir de un cambio radical en la
concepción y utilización de la inteligencia por parte del ser humano (Marina, 2000). Marina es Doctor Honoris Causa por la
Universidad Politécnica de Valencia, catedrático de filosofía en el instituto madrileño de La Cabrera, conferencista e
investigador. Su campo de estudio, hace varios años, se centró en la inteligencia y los mecanismos de la creatividad,
generando una nueva teoría al respecto. Sostiene que el modo de pensar fragmentario de la posmodernidad puede ser
sorteado a través de otro más integrador, creativo, sistemático y ejecutivo, factible de ser transmitido y aprendido por las
personas. La generación de este tipo de inteligencia de nivel superior, o GRAN TALENTO, logra que el individuo pueda
gestionar sus emociones, el resto de los talentos (aptitudes), integrar su personalidad detrás de metas bien elegidas y tener la
capacidad para llevarlas a cabo.
“Así pues, lo que nos interesa lograr es el GRAN TALENTO, que nos permite utilizar bien nuestras destrezas y capacidades
para dirigir nuestra acción hacia una vida lograda.” (Marina, 2010).
Cabe aclarar desde un comienzo, para no generar confusiones, que el término talento tiene, principalmente, dos acepciones
para la RAE (Real Academia Española): como inteligencia (capacidad de entender) y como aptitud (capacidad para el
desempeño de algo). Mientras que Marina habla del GRAN TALENTO como un tipo de inteligencia de nivel superior, la OTP
toma la segunda acepción, concibiendo al TALENTO PERSONAL como una aptitud o capacidad de nivel superior, en tanto
quehacer integrador de otras capacidades y del estilo particular de la persona.
Al tiempo que podemos considerar a los talentos innatos como “herramientas de origen”, el concepto de TALENTO
PERSONAL nace como instancia superior que incluye a los anteriores, pero como resultante de un proceso basado en una
Intención Primordial, un Propósito Vital y un Proyecto Personal. Sostenemos desde la OTP que son tan relevantes las
capacidades o “herramientas” del individuo, como su particular forma de valorar e intencionar sobre la realidad, lo cual es, en
definitiva, lo que dará dirección y sentido a sus aptitudes naturales. ¿Qué es un martillo (herramienta), sin la intención de
alguien de utilizarlo para algún fin valorado? Que alguien detente una capacidad innata no lo condiciona a tener que,
necesariamente, hacer de aquello el eje de su proyecto de vida. La instancia valorativo-intencional es la que termina definiendo
el sentido vital.
De esta forma, el individuo no es definido exclusivamente por su genética, por su herencia o disposición biológica, sino que es
direccionado por sus valores personales; integrándose a sí mismo al tiempo que lo hace a nivel social, a través de un rol
laboral.
Por todo ello, desde este modelo de acompañamiento, decimos que el TALENTO PERSONAL es la capacidad generada a
partir de desempeñar una actividad valorada, con un estilo propio. Nadie puede realizar del mismo modo una profesión, oficio o
cualquier labor respecto a otra persona, a pesar de compartir la misma capacitación o titulación académica.
¿Cómo se puede aspirar a generar este Talento Personal? Para ello, la OTP cuenta con una
particular metodología para clarificar/construir valores personales en las y los consultantes, y la planificación de acciones
comprometidas en dirección a los anteriores. Dicho protocolo se divide en tres ejes o instancias principales:
- la clarificación de una Intención Primordial (accionar valorado que imprime una dirección general);
- la construcción de un Propósito Vital (valor personal – dirección y cualidades del accionar valorado);
- y el diseño de un Proyecto Personal (plan estratégico sobre acciones comprometidas), que contenga la decisión del rol laboral que mejor vehiculice al Propósito Vital y, asimismo, los lineamientos básicos para lograr la capacitación necesaria. El adecuado pasaje por estas tres instancias facilitará que la persona pueda dirigirse a generar su Talento Personal.
Al referirse este talento a una aptitud superior, integradora del individuo, ésta no podrá obtenerse desde el nivel valorativointencional o a partir de la planificación, sino que, como ya se dijo, es el corolario de un recorrido que excede el proceso de
orientación. Y solo podrá ser alcanzado a través de la capacitación y la práctica sostenida, nivel que incluye y trasciende los
anteriores.
Si bien estas problemáticas, al igual que otras, presentan diferencias en sus elementos constitutivos, todas guardan un común
denominador a la hora de la consulta: un ser humano frente a la dinámica de elegir, decidir y actuar en una dirección valiosa
para sí.
En relación a la Orientación en el ámbito educativo, cabe destacarse, que el dispositivo de OTP no contiene técnicas
proyectivas, ni tampoco presenta técnicas psicométricas. Esta particularidad metodológica redunda en beneficio de todo
profesional de la educación que desee capacitarse en dicho protocolo, más allá de los y las psicólogas y psicopedagogas que,
históricamente, han conducido estas prácticas de orientación.
Lo expuesto anteriormente también es válido para profesionales de las ciencias sociales, como las y los trabajadores sociales y
sociólogos/gas, que comúnmente realizan talleres para adolescentes, jóvenes y adultos en ámbitos sociocomunitarios. Es por
ello que la OTP es un dispositivo factible de ser adaptado a los tres tipos de intervención: psicológica, pedagógica y
sociocomunitaria.
Conclusiones:
Al sumar el concepto de propósito vital, la OTP introduce un factor de ligazón o eslabón entre la información
personal y la académica/ocupacional (ejes históricos de la orientación formal) que trasciende la decisión educativa/laboral, para
atender más profundamente al sentido vital de las y los adolescentes, el cual que se irá actualizando a lo largo de la vida. Al
finalizar la educación media, nos enfrentamos sistemática y socialmente a dos preguntas: ¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a
estudiar? La OTP incorpora un nuevo interrogante que considera previo y que da fundamento a los otros dos: ¿Cuál es tu
propósito, hoy?
Respecto a los nuevos requerimientos contextuales de este incipiente siglo XXI, que exigen a las personas auto-orientarse
permanentemente, la OTP viene a hacer su aporte en tal sentido, transfiriendo un breve método que puede ser autogestionado
por quienes consultan, en cualquier momento del ciclo vital: a) clarificando una intención, b) construyendo un propósito y c)
comprometiéndose en un proyecto de acción.
En síntesis, la Orientación al Talento Personal, a partir de los principios de ACT, se ofrece como un protocolo de
acompañamiento personal ocupacional para adolescentes, que excede la necesidad de inserción laboral, para abordar la
necesidad de dar sentido a la existencia y el impulso de desplegar la singularidad, en todo ser humano.
Resumen del documento:
Jefferson Bastidas Mejía
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